En un clima de incertidumbre económica y fuerte tensión política, el presidente Javier Milei anunció que presentará el Presupuesto Nacional 2026 en cadena nacional, en un intento por recuperar la iniciativa tras la dura derrota electoral en la provincia de Buenos Aires. El discurso, grabado desde la Casa Rosada, buscará reafirmar el rumbo del Gobierno ante la creciente desconfianza de los mercados y el escepticismo de la oposición. La hoja de ruta económica que trazará Milei llega en un momento clave, donde cada señal cuenta para sostener la credibilidad de su gestión.
Los borradores del proyecto revelan una meta de crecimiento del 4,5%, una inflación proyectada de entre 7% y 12%, y un superávit primario de 2,2% del PBI, superior al 1,6% previsto para 2025. Además, contempla una reducción de subsidios equivalente al 0,8% del PBI, lo que implica continuar el camino de recortes iniciado en 2024. La premisa central es mantener el déficit cero como ancla de política económica, enviando una señal de disciplina fiscal hacia los mercados y hacia el Fondo Monetario Internacional, que sigue de cerca el cumplimiento del programa de facilidades extendidas acordado con el país.
Sin embargo, el contexto político agrega un condimento de riesgo. La derrota en Buenos Aires dejó a Milei debilitado, mientras que sus recientes vetos a leyes de financiamiento universitario, salud infantil y fondos provinciales tensaron aún más la relación con gobernadores e incluso con aliados en el Congreso de la Nación Argentina. El anuncio del presupuesto se produce así en medio de un clima de confrontación institucional, donde la negociación política parece cada vez más frágil.
Al mismo tiempo, el mercado observa con cautela la sostenibilidad del plan económico. Si bien celebra la intención de sostener el equilibrio fiscal, persisten dudas sobre cómo se manejarán el tipo de cambio, el gasto público y el poder adquisitivo, en especial si se acelera la inflación o si los precios internacionales de energía y alimentos juegan en contra. Proyectar inflación de un dígito y crecimiento robusto en un país que viene de años de estanflación luce ambicioso y dependerá de que no haya shocks externos ni turbulencias políticas internas.
El desafío también será social: los recortes en subsidios y el ajuste del gasto podrían golpear a los sectores más vulnerables, lo que podría traducirse en protestas o conflictos sindicales. La apuesta de Milei es que la estabilidad macroeconómica, la baja de la inflación y el rebote de la actividad compense esos costos, pero el margen de error es mínimo.
En definitiva, el Presupuesto 2026 es mucho más que un plan de números: es una jugada política de alto riesgo. Si Milei logra cumplir sus metas y estabilizar la economía, podría recuperar apoyo y consolidar su proyecto. Pero si el ajuste erosiona demasiado el tejido social o si las metas no se alcanzan, el costo político puede ser devastador. Lo que está en juego no es solo el resultado fiscal: es la viabilidad misma de su gobierno.