En Argentina, el reciente repunte del tipo de cambio oficial y financiero no se tradujo, al menos por ahora, en un aumento generalizado y homogéneo de los precios. De acuerdo con estimaciones de distintas consultoras privadas, el llamado pass-through —es decir, la transferencia de la suba del dólar a los precios minoristas— se está dando de manera acotada y con fuertes diferencias entre sectores.
El incremento del dólar durante julio fue significativo: llegó al 12,4 % en algunas cotizaciones. Sin embargo, su impacto en la primera semana de agosto fue más moderado de lo que suele observarse en otros episodios de depreciación. Según la consultora Equilibra, el aumento general de precios en esos primeros días del mes rondó el 1 %, apenas 0,1 puntos porcentuales por encima de la misma semana de julio, y el nivel más alto desde marzo.
El análisis de más de 130.000 precios, que cubren el 85 % de los rubros del IPC nacional, reveló que los mayores incrementos se dieron en productos con alto componente importado o vinculados a insumos dolarizados, como combustibles, aceites, azúcar y golosinas, con subas superiores al 2 %. En contraste, rubros como carnes, indumentaria o teléfonos celulares mostraron estabilidad e incluso leves caídas, gracias a la estacionalidad, la caída de la demanda interna y la mayor apertura a importaciones en ciertos segmentos.
En el plano oficial, el ministro de Economía, Luis Caputo, insistió en que no existen fundamentos macroeconómicos para justificar un traslado masivo del alza del dólar a los precios internos. En ese sentido, volvió a pedir al sector empresario que evite aplicar aumentos automáticos cada vez que se produce una corrección cambiaria, para no retroalimentar la inercia inflacionaria.
La consultora Eco Go, por su parte, coincidió en que la reacción fue tenue. Rocío Bisang, economista de la firma, señaló que en alimentos el traspaso prácticamente no se percibió y que la inflación semanal se ubicó en torno al 0,6 %. De mantenerse esta tendencia, estiman que agosto podría cerrar con un aumento del índice general cercano al 2 %, cifra superior a la de mayo y junio (1,5 % y 1,6 % respectivamente), pero aún lejos del 3,7 % que se registró en marzo.
Con las elecciones legislativas a poco más de dos meses, el comportamiento de los precios es seguido de cerca por el Gobierno y por el mercado. Un traslado acotado del salto cambiario al índice de inflación sería clave para sostener la estabilidad nominal en un contexto político y económico de alta sensibilidad.