“Argentina 2026: ¿regreso al mercado o nuevo capítulo en la saga del default?”

3 diciembre, 2025

Durante años, Argentina fue el ejemplo perfecto de lo que los inversores globales no quieren ver: defaults reiterados, reestructuraciones traumáticas y cambios de reglas cada pocos años. No por nada el país cargó con la reputación de “defaulteador serial” después de acumular nueve incumplimientos soberanos desde 1816.

Sin embargo, el giro político y económico de los últimos dos años abrió una ventana inesperada: el Gobierno de Javier Milei ahora se prepara para volver a los mercados internacionales de bonos en 2026, en un intento explícito por cambiar esa narrativa y reconstruir credibilidad.

Las autoridades argentinas ya empezaron a preparar el terreno para una colocación de deuda soberana en los mercados globales a comienzos de 2026. La idea es aprovechar el fuerte rally reciente de los activos argentinos: los rendimientos de los bonos en dólares pasaron de niveles superiores al 17% durante el pánico de septiembre a la zona del 10% anual, luego del triunfo oficialista en las legislativas y del respaldo político recibido desde Washington.

Ese 10% no es un número cualquiera. Es la “barrera psicológica” que varios funcionarios y banqueros vienen mencionando como condición para volver a emitir: por debajo de ese umbral, el Gobierno entiende que puede justificar políticamente el costo de endeudarse y mostrar que el mercado está reconociendo el ajuste fiscal y las reformas.

Puntos centrales del plan:

  • Objetivo temporal: colocar bonos soberanos en el exterior a comienzos de 2026.
  • Condición de mercado: que los rendimientos de los bonos argentinos bajen de ~10% y, idealmente, se acerquen al 7–8% que hoy pagan las grandes empresas del país.
  • Uso de los fondos: reforzar reservas y cubrir vencimientos de deuda externa por unos US$ 4.500 millones en enero y una cifra similar en julio, reduciendo el riesgo de estrés financiero.
  • Operaciones de “ingeniería financiera”:
    • Posibles repo de hasta US$ 5.000 millones usando bonos como garantía.
    • Recompra y canje de bonos 2029 y 2030 para mejorar el perfil de vencimientos.
    • Estudio de un “debt-for-education swap”, similar al canje de deuda por conservación o desarrollo que hizo Ecuador, pero enfocado en educación.
  • Condición política: aprobar reformas laborales y tributarias en el nuevo Congreso, donde el espacio libertario pasó a ser la primera minoría en Diputados tras las elecciones de medio término.

El mensaje detrás de este paquete es claro: Argentina quiere mostrar que no vuelve al mercado a “patear la pelota”, sino a ordenar su curva y reforzar reservas con una estrategia más profesionalizada de manejo de pasivos.

Del lado de los inversores, la reacción es ambivalente. Por un lado, gestoras como Neuberger Berman señalan que el país “probablemente no esté muy lejos” de regresar al mercado, siempre que la compresión de spreads continúe y los rendimientos perforen el 10%, ese “número mágico” que mencionan en sus reportes.

Pero otros jugadores de peso, como Pimco y Barings, son bastante más cautos. En notas y declaraciones recientes, marcaron que la idea de colocar bonos internacionales ya en enero de 2026 es muy ambiciosa: si bien reconocen la mejora en el riesgo país y el apoyo del FMI, remarcan que Argentina todavía enfrenta desafíos estructurales enormes en reservas, inflación, régimen cambiario y estabilidad política.

En otras palabras:

  • El mercado ve la oportunidad,
  • pero no compra todavía una “normalización completa” del riesgo argentino.

Un déjà vu: el recuerdo del regreso de 2016 y el bono a 100 años

Para entender por qué la comunidad financiera mira este nuevo intento con tanta lupa, hay que volver a 2016. Aquel año, tras el acuerdo con los holdouts y el fin del conflicto judicial, Argentina emitió US$ 16.500 millones en su primera gran colocación internacional post-default, con una demanda que superó los US$ 68.000 millones. Fue presentado como un “regreso triunfal” a los mercados.

Luego vinieron:

  • Varias emisiones adicionales en dólares.
  • El famoso bono a 100 años, símbolo del optimismo (o exceso de confianza) de los inversores respecto del “nuevo ciclo” argentino.

Pero la historia terminó como tantas otras: desequilibrios fiscales y externos, pérdida de confianza, fuga de capitales, acuerdo con el FMI y, finalmente, nuevo default y reestructuración en 2020 por unos US$ 65.000 millones.

Esa sucesión de idas y vueltas es la que hoy pesa como una losa sobre cualquier plan de emisión: cada nuevo “regreso” convive con el recuerdo fresco de que, la última vez, el final fue otra vez un impago.

Lo que ya cambió: mezcla de ajuste fiscal, apoyo externo y primer test en 2025

Más allá de la intención de emitir en 2026, Argentina ya empezó a testear el apetito global por su riesgo con movimientos intermedios:

  • En mayo de 2025, el Gobierno anunció la colocación de un bono a cinco años denominado en pesos pero destinado a inversores internacionales, que pueden suscribirlo en dólares. La operación, por hasta US$ 1.000 millones, fue presentada como un “regreso a los mercados” bajo un formato híbrido que reduce el riesgo de moneda para el emisor.
  • En paralelo, el equipo económico negocia con el FMI un reperfilamiento de vencimientos y desembolsos que le dé aire al programa financiero y sostenga la narrativa de disciplina fiscal.

El punto débil: reservas, cepo y régimen cambiario

En los informes de bancos y fondos aparece una preocupación recurrente: las reservas y el régimen cambiario.
Aunque la combinación de superávit comercial, recorte del déficit fiscal y mejora en la balanza energética ayuda, muchos analistas señalan que, incluso con un repo exitoso y una colocación 2029–2030, Argentina seguiría necesitando compras agresivas de dólares para mejorar de verdad su liquidez externa.
El problema es que esas compras chocan con las rigideces del esquema cambiario vigente, que el propio Gobierno se comprometió a mantener, al menos en el corto plazo. Mientras el tipo de cambio siga muy regulado y coexistiendo con múltiples brechas, la lectura de buena parte del mercado será:

¿Qué significa todo esto para los inversores en bonos argentinos?

Para quien mira la película desde la cartera de inversión —sea un institucional o un inversor minorista sofisticado—, el posible regreso al mercado en 2026 abre varios frentes:

  1. Bonos soberanos actuales
    • Si la estrategia de repo, recompra y nueva emisión funciona, puede haber nueva compresión de spreads en los títulos más líquidos (2030, 2035, 2041), sobre todo si el mercado percibe que el default dejó de ser un escenario de corto plazo.
    • Pero cualquier tropiezo en reformas, negociación con el FMI o ruido político puede revertir esa compresión rápidamente.
  2. Corporativos y provincias
    • Empresas y provincias ya emitieron más de US$ 4.000 millones en bonos en dólares desde las legislativas de octubre, cuando en los tres meses previos casi no hubo actividad.
    • Si el soberano “abre la puerta” con éxito, es probable que veamos una segunda oleada de emisiones provinciales y corporativas, con spreads algo más bajos, pero todavía muy atractivos para quien tolere el riesgo argentino.
  3. Riesgo político y “fatiga de Argentina”
    • El país arrastra una larga historia de promesas incumplidas. Muchos gestores globales directamente tienen vetado el crédito argentino en sus mandatos, o sólo lo operan táctica y marginalmente.
    • Por eso, más allá de un trade táctico, la verdadera batalla es la del tiempo: varios años de consistencia fiscal, reducción de la inflación y estabilidad institucional antes de que el “riesgo Argentina” vuelva a ser invertible para la mayoría de los grandes fondos.

Conclusión

  • Argentina quiere volver a emitir deuda internacional en 2026 y usar esa colocación como gesto de “normalización” frente al mundo.
  • El plan combina repos, recompras, canjes y un eventual swap de deuda por educación, con el objetivo de mejorar el perfil de vencimientos y reforzar reservas.
  • Los mercados ya dieron una señal: los rendimientos bajaron del 17% al área del 10%, pero grandes jugadores siguen dudando de que el país esté listo para una emisión temprana en 2026.
  • La memoria del regreso de 2016 y el default de 2020 pesa mucho: no habrá perdón fácil si Argentina vuelve a tropezar.

Para el inversor, la clave pasa por entender que la historia todavía está en construcción. Hay oportunidades en los bonos argentinos, sí, pero también un riesgo de relato inacabado. Y, como siempre, la diferencia entre una gran oportunidad y una trampa de valor la hace la disciplina para gestionar ese riesgo.

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