En los meses venideros, Argentina enfrentará una marcada distorsión en los precios relativos, donde
varios sectores han experimentado un crecimiento por encima de la inflación acumulada en los últimos 4
años, mientras que otros están rezagados.
Estas discrepancias son especialmente evidentes en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
Algunos ejemplos extremos: Cuando el costo de un kilo de helado iguala lo que una familia paga
mensualmente por electricidad en un apartamento, o un pequeño café para llevar equivale a 15 pasajes
de metro, o una hora de estacionamiento tiene el mismo valor que 4 peajes, o 2 medialunas equivalen a
3 litros de combustible, queda patente una desviación en la microeconomía, derivada de desequilibrios
macroeconómicos y donde el dólar oficial, al que casi nadie tiene acceso, es considerado el bien más
barato. Distorsiones de esta magnitud son inusuales en cualquier economía.
Los vehículos y electrodomésticos, valuados según el tipo de cambio libre, están excesivamente caros
en términos de dólares, incluso después de que el dólar se haya multiplicado por 13 y haya superado la
tasa de inflación. Valorados según el tipo de cambio oficial, somos más caros que Luxemburgo incluso
con producción nacional, y aproximadamente la mitad de esos precios corresponden a impuestos.
Muchos de los sectores que están rezagados en relación a la inflación se deben a que, directa o
indirectamente, el Estado los subsidia, aunque de manera muy ineficiente. Estos subsidios se financian
mediante la emisión monetaria, sin tener en cuenta el poder adquisitivo, lo cual genera problemas para
todas las empresas que operan en ese mercado y provoca inflación futura, afectando especialmente a
los sectores más vulnerables.
Cuando las tarifas de servicios como luz, gas, telefonía, combustibles y transporte se dupliquen o
tripliquen en poco tiempo, no será simplemente un aumento tarifario (aunque pueda sentirse así), sino
más bien una corrección del rezago inflacionario ocasionado por congelamientos en un contexto de alta
inflación. Es como haber ganado 10 kilos de golpe, pero haber estado comiendo una sola comida al día
durante los últimos 4 años. Lo que estaba mal era la forma en que te alimentabas durante esos 4 años,
no la comida abundante de los últimos días.
No existen comidas gratuitas y todo lo que parece sorprendentemente barato tiene un costo oculto que
alguien está pagando y que, muy probablemente, no es sostenible a largo plazo.