El Gobierno argentino logró superar con éxito una de las licitaciones más sensibles del año, marcada por la necesidad de renovar vencimientos importantes de deuda en pesos sin desatar tensiones monetarias ni presiones sobre el dólar en un contexto político y económico muy delicado. La estrategia funcionó: el Tesoro adjudicó ARS 7,667 billones sobre un total de ofertas por ARS 8,306 billones, alcanzando un rollover del 114,7 % y renovando así la totalidad de los vencimientos que operaban en la fecha. Una parte de esa deuda –aproximadamente ARS 1 billón– ya había sido pagada el lunes con la amortización del TG25, pero el resto fue cubierto íntegramente con esta colocación.
La gran novedad pasó por las tasas convalidadas, ya que el Tesoro debió pagar hasta 75,66 % de TIREA en la LECAP S30S5 (vencimiento al 30 de septiembre de 2025), con una tasa efectiva mensual (TEM) de 4,81 %, marcando un nuevo piso en el costo de financiamiento en pesos. Otras letras a tasa fija, como la S16E6 (enero 2026) y la S27F6 (febrero 2026), quedaron en rendimientos de 51,58 % y 59,18 % respectivamente, con TEMs de 3,53 % y 3,95 %.
Además, se adjudicaron títulos atados a TAMAR (la tasa mayorista de depósitos a plazo fijo que publica el BCRA), con un total de ARS 3,338 billones para la M16E6 (enero 2026) a TAMAR +1,64 % y ARS 1,280 billones para la M27F6 (febrero 2026) a TAMAR +1,50 %. Estos instrumentos concentraron cerca del 60 % del valor efectivo adjudicado, lo que consolida a la TAMAR como referencia clave para el corto y mediano plazo en pesos.
Un dato no menor: los bonos dólar-linked (LELINK) no tuvieron adjudicación, ya que no hubo interés del mercado en esos instrumentos en esta licitación. Esto confirma que la demanda estuvo concentrada en tasa fija en pesos y en TAMAR, dejando de lado la cobertura cambiaria en esta oportunidad.
Desde el Ministerio de Economía explicaron que la prioridad del Gobierno era no dejar un exceso de pesos en el mercado que pudiera presionar sobre la inflación o el dólar paralelo en la previa electoral. Para garantizar demanda, el BCRA había elevado los encajes bancarios y habilitado que parte de esos encajes pudieran integrarse con títulos del Tesoro, siempre que tuvieran un plazo mínimo de 60 días. Esto aseguró compras por al menos ARS 5,1 billones solo por parte de bancos, lo que ayudó a mantener un piso de colocación muy sólido.
Analistas privados coincidieron en que la estrategia fue clara: preservar una plaza ordenada en pesos, incluso a costa de convalidar tasas más altas, antes que dejar liquidez sobrante que pudiera volcarse al dólar o alimentar inflación. La curva de vencimientos quedó concentrada entre septiembre 2025 y febrero 2026, mostrando que el Tesoro no intentó alargar plazos en exceso, sino cerrar la caja en el corto para pasar sin sobresaltos los próximos meses.
La lectura final para el mercado es doble. Por un lado, el Gobierno logró renovar todo y absorber pesos, evitando desorden monetario antes de las elecciones. Por otro, pagó tasas muy elevadas en el tramo corto, convalidando un piso de rendimiento que condiciona cualquier intento futuro de bajar costos sin un giro macroeconómico mayor. La referencia TAMAR, además, se consolida como nuevo ancla para el financiamiento en pesos, tanto para el Tesoro como para emisores corporativos que miran esa curva para colocar deuda.
En síntesis, la licitación dejó un mensaje claro: el Gobierno prioriza estabilidad financiera y control de liquidez por sobre el costo del financiamiento, al menos en este tramo final del año. La pregunta que queda abierta es hasta cuándo podrá sostenerse este esquema sin cambios en las condiciones macro ni en la confianza del mercado.