Cuando los precios máximos no maximizan

15 junio, 2022

La imposición de “precios máximos” no es una novedad en materia económica. A decir verdad, ya es moneda corriente en la literatura.

En los últimos 46 siglos, por los menos, los gobiernos de todo el mundo han tratado, de tiempo en tiempo, de fijar salarios y precios. Cuando sus esfuerzos fracasaban, como sucedía usualmente, los gobiernos echaban la culpa de ello a la perversidad y deshonestidad de sus súbditos, más que a la ineficacia de la política oficial. Las mismas tendencias subsisten hoy (Schuettinger y Butler, 2016, Pág. 19).

Esto mismo sucede en nuestro país. La experiencia vivida en situaciones de planes de estabilización y control de precios es tan vasta que abarca casi todos los períodos de la historia económica argentina. Particularmente, los últimos 60 años de la política económica nacional estuvieron caracterizados por inalcanzables intentos de combatir el fenómeno inflacionario mediante imposición de precios máximos. 

Ahora bien ¿de qué se trata la política de ‘precios cuidados’, ‘precios máximos’, ‘precios protegidos’ o la denominación que se le haya asignado según la época? 

Pensemos en una curva de oferta, con pendiente positiva y una curva de demanda con pendiente negativa. Donde se interceptan ambas curvas se denomina punto de equilibrio (Pe y Qe en el gráfico). Es el punto en el cual la cantidad que se ofrece, al precio que se ofrece, es exactamente igual a la cantidad que se demanda. Utópicamente deseable ¿no es así?

Ahora bien, esto rara vez ocurre. Pensemos como repercute la imposición de un precio máximo en este mercado de oferta y demanda de productos y/o servicios.

Gráfico 1. Punto de equilibrio e imposición de un precio máximo

Fuente: Elaboración propia en base a economipedia

Si imponemos un determinado precio máximo (Pm) la cantidad demanda es Q2, mientras que la cantidad ofrecida es Q1. Es decir, a los oferentes les conviene ofrecer dicha cantidad a ese precio, mientras que a los demandantes les conviene demandar más cantidad en ese precio (Q2 > Q1). ¿El resultado? Una demanda insatisfecha igual a la diferencia entre Q2 y Q1, o un ‘exceso de demanda’ como lo conocemos en la literatura económica. Del otro lado de la moneda, desabastecimientos de productos. 

La pregunta clave que tendríamos que hacernos es, ¿por qué se continúa implantando esta política aun cuando se demuestra que genera distorsiones en la oferta y demanda del mercado? Lo cierto, es que los gobiernos la han llevado a cabo por años, casi como un intento desesperado de ‘tapar el sol con las manos’. Si los precios están controlados, al menos de ciertos productos y servicios, “el fenómeno inflacionario pasa desapercibido”.

Y es que, en realidad, si queremos combatir este fenómeno complejo, requerimos de mucho más que un parche temporal. Requerimos de un programa integral y coordinado con políticas apuntando al campo fiscal, al monetario, al público, al sector externo. Requerimos de un plan a largo plazo, con reformas estructurales en todo el aparato de gobierno.

Los fracasos fueron y son una constante de los planes de estabilización y programas de controles de precios ensayados en este país. ¿No llegó entonces la hora de decir adiós a la política de precios máximos? 

Agustina Huespe – Lic. En Economía

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